No me gustan las corridas de toros, pero el fanatismo antitaurino aún me gusta menos
En una lamentable demostración de pésima calidad humana, no pocos fanáticos antitaurinos se lanzaron en Twitter a celebrar la cornada y la muerte, llamando “asesino” a los toreros. En el colmo del mal gusto y de la vileza, una sección de UGT Sevilla enlazó una imagen para celebrar la cornada, imagen en la que se ve a un toro arrancándole los órganos sexuales a un torero. Hace falta ser muy miserable para mofarse así de la desgracia ajena. Me
pregunto qué dirían en ese sindicato afín al PSOE si un provida
celebrase un accidente de cualquier dirigente ugetista alegando que la UGT se ha declarado a favor del aborto.
La diferencia, claro está, es que ser provida implica respetar la vida
humana, incluso la de auténticos miserables. Sin embargo, y por lo que estamos viendo, ser antitaurino no está reñido con ser antihumano, es decir, apreciar a los toros y a la vez mostrar un alarmante desprecio por las personas.
A mí nunca me han gustado las corridas de toros. No me gusta ningún tipo de espectáculo que tenga como razón de ser provocar la muerte a un animal por placer. Por
eso tampoco me gusta la caza deportiva. Pero no soy ecologista y no
considero que los animales tengan derechos humanos. No estoy a favor de
prohibir ni la caza ni las corridas de toros, y menos aún en una sociedad en la que los animales están cada vez más protegidos y los seres humanos lo están cada vez menos. Hace unos días ya me referí aquí al caso del león Cécil,
cuya muerte ha despertado mucha más atención que esa tercera parte de
habitantes de Zimbabue que pasan hambre, una lacra que acaba con las
vidas de miles de ellos cada año. Creo que maltratar a los animales nos
hace peores personas, pero desear la muerte de otros seres humanos o
mofarse de una cornada demuestra que ciertos ecologistas -o más bien habría que llamarlos ecofanáticos- son mucho peores personas que esos toreros a los que denigran.
Que un león, un toro o cualquier otro animal les importen más a esos
individuos que otros individuos de su propia especie es algo que sólo
cabe enmarcar en esa mezcla de estupidez y de diarrea moral en que se ha
convertido el pensamiento débil, hijo del relativismo. Se empieza
cuestionando que ciertos seres humanos sean humanos -en particular los
niños por nacer-, y se acaba mostrando más piedad por cualquier animal
que por seres humanos, hayan nacido o no.
Con el rechazo que me provocan las corridas de toros, me provoca aún más rechazo que me llamen “antitaurino” y que me puedan confundir con esos fanáticos
Con el rechazo que me provocan las corridas de toros, me provoca aún más rechazo que me llamen “antitaurino” y que me puedan confundir con esos fanáticos