Por Manuel Viera 04 de diciembre del 2013 - 09:57
La teta inmensa de donde todos maman
¿Qué rumbos se le abren a la Fiesta tras el golpe bajo de una crisis que parece no tener fin? ¿Qué sucederá cuando se agote esta teta inmensa de donde todos maman y nadie se decide a cuidar? Hay razón para el desencanto porque lo que sigue sucediendo no es una película de ficción. Sí un amargo sufrir que confronta las contradicciones de una Fiesta que se columpia al borde del abismo. Nada más real que esa historia que pareció irreal expuesta hace unos días por la empresa de la plaza de toros de Sevilla. A nadie dejó indiferente unas opiniones al borde del extravío. Fiel retrato de una realidad hostilmente auténtica. Pese a esa prosa nítida capaz de darle connotaciones intensas a cada cortocircuito verbal, lo dicho no dejó de ser una visión crítica de una parte del sector en una trama, tan real como la vida misma, donde todos los que forman este mundillo juegan a ser faraones de sus propios intereses.
Así las cosas, y pese a que la Fiesta se debate desde hace tiempo entre lo ético y lo retórico sin llegar a encontrar el discurso que ha de ocupar el equilibrado punto de la balanza, se hace imprescindible constituir el compacto bloque, con ideas claras y contundentes, que intente objetivar el presente y vislumbrar el futuro.
Y es que todo puede acentuarse más si los que de ella comen siguen sin ser conscientes de la urgente necesidad de determinar acuerdos para conseguir un espectáculo más brillante y atrayente, más serio y más puro. Mientras las empresas vayan a lo suyo, los ganaderos a lo mismo y los toreros pidiendo y exigiendo, el que paga por entrar a la plaza, el más sufridor de los sufridores, empezará a abandonarla antes de que se lidie el último toro del desánimo. Y a partir de ahí vendrá toda una animadversión que culminará en la ausencia definitiva.
Resulta evidente que toca echarle huevos a la complejidad del toreo. De algún modo las forzosas soluciones existentes tienen que pasar por la compleja reducción de costes administrativos. Por la rebaja de emolumentos de todos los que componen la organización del espectáculo taurino con el único objetivo de abaratar los precios de las localidades. Hay que apostar de una vez por todas por la unión del taurinismo en la manera de atraer un público que vive la aventura que entraña ir a los toros en tiempos de miseria. Torear en esta "plaza" debería ser un honor y no un riesgo. Salir por la puerta grande su resultado.
Manuel Viera
