Com a devida vénia e pela pertinência das palavras escritas, publicamos esta crónica
António Lorca |
El festejo inaugural de las Corridas Generales de Bilbao fue un tostonazo; dos horas y media de aburrimiento soporífero, que se dice pronto.
El mismo cartel del año pasado: toros de Sánchez y Sánchez, y los Hermoso de Mendoza, padre e hijo, y Lea Vicens. Se cortaron dos orejas, como en 2018, aunque entonces las paseó la rejoneadora francesa y en esta ocasión se las ha repartido la familia Hermoso. Y menos gente: media plaza antaño y un tercio en el presente. Y ni un solo recuerdo cuando acabó el espectáculo.
Algo se está haciendo mal. La prueba del algodón es el poco público que ha pasado por las taquillas. No atraviesa el rejoneo su mejor momento y da la impresión de que va degenerando, degenerando, hasta que un día los tendidos vacíos de una plaza obligue a los protagonistas a dar un imprescindible y, quizá, ya irremediable, giro de timón.
No valen estos toros; ni los de Sánchez y Sánchez, ni los de la mayoría de los hierros habituales en los espectáculos de rejoneo. No hay una pelea en igualdad de condiciones entre toro, caballo y caballero. Entre los pitones despuntados y la falta de casta, la emoción brilla por su ausencia. Es una imagen vergonzosa la de un jinete dando vueltas y vueltas con una banderilla corta entre las manos alrededor de un animal agotado, hundido, aplomado y muerto en vida. Eso no es toreo a caballo. Eso es una fotografía lastimosa que no debiera permitirse en una plaza de toros.
Y no valen los usos y tradiciones del rejoneo actual. Sobran carreras y pasadas en falso, no debiera permitirse la costumbre extendida de clavar arpones y banderillas a la grupa, a la defensiva y nunca por derecho. Y habría que prohibir la concesión de trofeos tras un infamante rejonazo en los bajos.
Degenerando, degenerando, se ha llegado a que una primera figura del rejoneo, su hijo —un chaval avanzado y con sobradas condiciones para emular a su padre—, y una irregular amazona que avanza lentamente a base de experiencia, no conciten la más mínima atención en una feria tan importante como la de Bilbao.
Algo se está haciendo mal.
Así las cosas, cuando ya la corrida había cumplido hora y media de tedio, se produjo el primer instante de alegría con un toro de mayor movilidad, el cuarto; un caballo torero, Berlín, y un caballero veterano, Pablo Hermoso. Entre los tres protagonizaron instantes de vistoso temple, y un cambio por dentro, cercano a tablas, que despertó a la concurrencia.
Minutos después, Lea Vicens se lució en el tercio de banderillas ante el quinto, y Guillermo Hermoso mejoró a lo largo de la lidia del sexto después de un inicio tenebroso. Fallo con estrépito al clavar los rejones de castigo, acertó con un par de banderillas a dos manos cuando el toro, moribundo, estaba llamando a las puertas del cielo, y mató como nunca se debe hacer.
Y le dieron una oreja… Cuando dentro de varias ferias, con el mismo cartel año tras año, la corrida deba suspenderse por falta de público, alguien caerá en la cuenta de que hay que cambiar.
Toros despuntados para rejoneo de Hdros. de Sánchez y Sánchez, correctamente presentados, mansos, descastados y aplomados; con algo más movilidad los tres últimos.
Pablo Hermoso de Mendoza: tres pinchazos y rejón en lo alto (silencio); rejón trasero (oreja).
Lea Vicens: dos pinchazos, bajonazo contrario y un descabello (silencio); tres pinchazos, rejón muy trasero y un descabello (ovación).
Guillermo Hermoso de Mendoza: cinco pinchazos y bajonazo trasero (silencio); bajonazo trasero (oreja).
Plaza de Bilbao. 17 de agosto. Primera corrida de feria. Un tercio de plaza.
Y no valen los usos y tradiciones del rejoneo actual. Sobran carreras y pasadas en falso, no debiera permitirse la costumbre extendida de clavar arpones y banderillas a la grupa, a la defensiva y nunca por derecho. Y habría que prohibir la concesión de trofeos tras un infamante rejonazo en los bajos.
Degenerando, degenerando, se ha llegado a que una primera figura del rejoneo, su hijo —un chaval avanzado y con sobradas condiciones para emular a su padre—, y una irregular amazona que avanza lentamente a base de experiencia, no conciten la más mínima atención en una feria tan importante como la de Bilbao.
Algo se está haciendo mal.
Así las cosas, cuando ya la corrida había cumplido hora y media de tedio, se produjo el primer instante de alegría con un toro de mayor movilidad, el cuarto; un caballo torero, Berlín, y un caballero veterano, Pablo Hermoso. Entre los tres protagonizaron instantes de vistoso temple, y un cambio por dentro, cercano a tablas, que despertó a la concurrencia.
Minutos después, Lea Vicens se lució en el tercio de banderillas ante el quinto, y Guillermo Hermoso mejoró a lo largo de la lidia del sexto después de un inicio tenebroso. Fallo con estrépito al clavar los rejones de castigo, acertó con un par de banderillas a dos manos cuando el toro, moribundo, estaba llamando a las puertas del cielo, y mató como nunca se debe hacer.
Y le dieron una oreja… Cuando dentro de varias ferias, con el mismo cartel año tras año, la corrida deba suspenderse por falta de público, alguien caerá en la cuenta de que hay que cambia