Com a devida vénia publicamos este pertinaz artigo de António Lorca
‘Orgullito’, indultado en Sevilla, certifica la muerte de la suerte de varas
Si usted, lector, es uno de los 715 picadores que figuran inscritos en el registro oficial del Ministerio de Cultura, y, además, vive de la profesión, preocúpese. Si peina canas, no se duerma, busque la manera de participar en el mayor número posible de festejos y asesórese para una pronta jubilación; si es joven, olvide cantos de sirena, no se deje engañar y busque con urgencia otra ocupación.
Jubilación o huida, no hay otra, porque la profesión de picador de toros está llamada a desaparecer. Y ocurrirá mucho antes de lo que todos imaginan.
Hace años que la suerte de varas está en desuso, el público está abiertamente en contra, los toreros la desprecian y los ganaderos trabajan concienzudamente para que el toro ya salga picado de la dehesa. Ha perdido su sentido en beneficio de la muleta, como lo ha perdido la bravura, la fiereza y la casta del toro en favor de la nobleza y la duración del animal en el tercio final de la lidia. El espectáculo del piquero no se valora y no sirve, por lo visto, para medir la bravura del toro, sino para convertir al animal en una piltrafa de carne fofa y tullida.
En una palabra, que, si usted es picador, tome nota. No olvide, además, un detalle sin aparente importancia, pero trascendental: si no se castiga al toro en el caballo, se ahorra derramamiento de sangre, que tanto importa a los que no comulgan con la fiesta y a todos los políticos. Tiempo al tiempo…
No hay más que repasar las imágenes de la lidia del toro Orgullito, el pasado lunes día 16, que desembocó en su indulto, unánimemente exigido por una rebosante y entusiasmada plaza de la Maestranza.
- La profesión de picador está llamada a desaparecer, lo que sucederá antes de lo que todos imaginan
No hizo el toro una pelea en el caballo como para ser candidato al indulto, aunque para siempre quedará algún atisbo de duda sobre si era o no bravo, pues ni su lidiador, El Juli, lo colocó adecuadamente, ni el picador se esmeró en su trabajo. El animal estuvo allí, sin más, pero a años luz de lo que siempre se ha entendido como un toro que empuja con fiereza a la montura y se crece en el castigo. A años luz, sin duda…
Pero nadie (la autoridad, la primera) reparó en el detalle. Y lo que es más grave, nadie (la autoridad, tampoco) tuvo en cuenta la legislación vigente. El Reglamento Taurino de Andalucía es explícito al respecto y en su artículo 60, apartado 1, dice textualmente que el presidente puede conceder un indulto cuando “una res, por sus características zootécnicas, (demuestre) un excelente comportamiento en todas las fases de la lidia sin excepción y, especialmente, en la suerte de varas…”
Podría decirse, entonces, que el indulto de Orgullito es ilegal, aspecto que carece de importancia porque, en primer lugar, ya se sabe que las normas están para no ser cumplidas, y, por otro, porque todo vale en aras del gran espectáculo protagonizado en la Maestranza por Orgullito y El Juli.
De acuerdo. El indulto ha servido para que se hable mucho y bien de la fiesta, y los informativos de televisión, las radios y los medios escritos y digitales dediquen una atención inusual a la tauromaquia. Es verdad.
Pero un indulto no es, ni mucho menos, la salvación que el espectáculo taurino necesita para su supervivencia porque, mientras se salva la vida de un toro, la tauromaquia se desangra por la degeneración galopante de su protagonista principal, (el toro) sin que nadie haga nada por remediarlo. Un indulto generoso significa banalizar una fiesta basada en la bravura, la fortaleza y la casta del toro.
Un toro vivo no salvará de una muerte segura el espectáculo; un toro vivo no redimirá de tantas tardes insufribles, de tantas corridas infumables, de tantos animales enfermizos y tullidos, de tantos carretones con cuatro patas carentes de emoción.
Si se aplicara la norma, Orgullito no hubiera pasado a la historia como el paradigma del toro bravo, que no lo es, sino como un referente esencial de toro moderno, incansable y extraordinario en el tercio de muleta y mediocre en los otros dos.