''Una mujer puede ser torera, o torero, es lo mismo.
Al principio, desde el siglo XVIII, se les llamó señoritas toreras. Estas intrépidas mujeres no solo practicaban el toreo por afición, sino también como profesionales.
En 1774, Francisca García, natural de Motril (Granada), fue a Pamplona para actuar como rejoneadora. Elevó al Ayuntamiento una instancia en la que exponía “que por particular espíritu torea a caballo con rejoncillo, y ha logrado muchos aplausos en los 10 últimos años en Cádiz, Valencia, Murcia, Granada y otras capitales”. Se le negó el permiso por “no parecer decoroso”. Volvió a mandar la instancia al año siguiente repitiéndose la denegación.
Mayor fama logró la célebre “Pajuelera”. De nombre Nicolasa Escamilla, tuvo por fortuna que su amante, Francisco de Goya la representase en uno de sus más célebres aguafuertes. Curiosamente, Goya la situó lanceando en la plaza de toros de Zaragoza, pero Nicolasa jamás toreó en dicha plaza.
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La Pajuelera, retratada por Francisco de Goya. |
En 1818, Andrea Cazalla rejonea, vestida de sultana, y dos años después, en 1820, Antonia Fernández rejonea vestida de turca.