Heina ... grand'a Porradão
Segundo noticia o "Farpasblogue" onde recolhemos esta noticia que reproduzimos com a devida vénia.
Jaime Oaxaca , um dos mais importantes críticos taurinos mexicanos, dá um porradão em Diego Ventura na sua crónica site "opinionytoros.com". Uma bronca que está a dar que falar desde domingo, depois da passagem de Ventura pela Monumental Plaza México.
O Crítico Jaime Oaxaca |
El sábado pasado hubo box en la plaza México. La atracción fue el famoso Canelo Álvarez, los que chanelan del tema cuentan que le pusieron un bulto enfrente para que el púgil de los cabellos color canela pudiera lucirse, el resultado fue que con unos cuantos golpes el rival dobló las piernas y la pelea terminó por nocaut. Cuando de dos rivales uno ofrece poca pelea, no hay emoción.
En tauromaquia también sucede: los bultos no emocionan.
Diego Ventura es un rejoneador que ha tenido varias campañas importantes en España, el año pasado vino a México a hacer su primera gira, misma que realizó con cierto éxito aunque, como buena figura extranjera, hizo de las suyas.
Este 2011 regresó más mañosito. Compró un buen lote de toros de ganaderías dóciles, de las que se sabe son carentes de bravura, descastadas; ¡bultos!, podríamos decirles en términos boxísticos. Evidentemente cuando él actúa pone sus toros. Ignoro cuánto gana en cada transacción de los bovinos, lo que sí, sus honorarios son muy altos, justificándolo con que mete gente a la plaza en la que torea.
Las cosas ya no son así. Este año la gente le ha pintado bastos: ya no va a verlo. Por algún motivo cayó de la gracia del público o ya pasó la novedad y prefiere esperarse a ver a Hermoso de Mendoza o quién sabe qué diablos sucede.
Por ejemplo, en su debut de campaña en Tlaxcala, noviembre 2, metió apenitas tres cuartos en una plaza de 2,200 asistentes, siguió Puebla y, con buena voluntad, se puede hablar de otros tres cuartos de entrada. Nadie me lo contó, estuve presente en ambas actuaciones.
En Guadalajara vi imágenes en las que el coso se aprecia con muy poca entrada. En San Juan del Río, hace una semana, se tuvo que suspender la corrida porque la noche anterior a ésta ,no se habían vendido ni 100 boletos, -sí, 100- desde luego se quedó con el anticipo el cual se rumora fue de 240 mil pesos.
En cuestión de toros, en Tlaxcala y Puebla mató dos de Rancho Seco y dos de Julio Delgado, respectivamente, los cuatro salieron bobos, descastados y el jinete luso andaluz se da gusto jugando al toro. Si en Tlaxcala cortó un rabo fue por cachondeo del juez de plaza y en Puebla también fue beneficiado con la generosidad de usía
El domingo, en la cuarta corrida del serial en la plaza México, no fue capaz de llenar ni siquiera la mitad del numerado. Él podrá argumentar el clima, pero he visto el numerado lleno con otros toreros con peores condiciones climáticas.
Total, el famoso jinete andaluz se enfrentó a dos toros de Rancho Seco mansos, descastados. Al primero nada le pudo hacer, lo pitaron al terminar su labor. Al otro no quiso lidiarlo. Por sus purititos calzones Dieguito no lo banderilleó. Cierto que el torete era manso, pero era el momento preciso para demostrar que es el mejor del mundo. ¡Pureza y emoción! dice su frase publicitaria. Qué pureza ni qué emoción ni qué nada; Pereza y traición es lo que debería poner.
A ese segundo, le clavó un rejón a la mitad del lomo, ¡todo es toro!, le gritaron. En lugar de torearlo como corresponde a una figura de su categoría, actuando en la plaza más grande del mundo, Ventura le metió un asqueroso rejonazo de muerte y cínicamente anunció uno de regalo.
El torero albeceteño Manuel Caballero estaba en el tendido, Caballero demostró la honradez como muy pocos, ¿qué habrá pensado de la desvergüenza de Diego Ventura?
Como están de moda los obsequios, el rejoneador llevaba dos reservas, uno de Rancho Seco y otro de Julito Delgado. Se decidió por este último. Entonces el de la pureza y emoción, el que cobra caro, el mejor del mundo, no tuvo recato en torear un asqueroso novillo que, para colmo, fue bobo, descastado. ¡Otro bulto! El desventurado Ventura jugó al toro con el infante cornúpeta, como si estuviera con una carretilla, poquito porque se le acabó el gas pronto; al toro, no al torero.
Diego Ventura además de pegar un petardo en la plaza México, ahora enseñó el cobre; no sólo por donar dinero a una institución benéfica y luego hacerse publicidad, ¡no!, fue por su valemadrismo a cumplir con su obligación de torear a su segundo y por llevar toros a los que pudiera noquear sin que ofrecieran pelea, conocidos ahora como los bultos de Ventura.
El sábado pasado hubo box en la plaza México. La atracción fue el famoso Canelo Álvarez, los que chanelan del tema cuentan que le pusieron un bulto enfrente para que el púgil de los cabellos color canela pudiera lucirse, el resultado fue que con unos cuantos golpes el rival dobló las piernas y la pelea terminó por nocaut. Cuando de dos rivales uno ofrece poca pelea, no hay emoción.
En tauromaquia también sucede: los bultos no emocionan.
Diego Ventura es un rejoneador que ha tenido varias campañas importantes en España, el año pasado vino a México a hacer su primera gira, misma que realizó con cierto éxito aunque, como buena figura extranjera, hizo de las suyas.
Este 2011 regresó más mañosito. Compró un buen lote de toros de ganaderías dóciles, de las que se sabe son carentes de bravura, descastadas; ¡bultos!, podríamos decirles en términos boxísticos. Evidentemente cuando él actúa pone sus toros. Ignoro cuánto gana en cada transacción de los bovinos, lo que sí, sus honorarios son muy altos, justificándolo con que mete gente a la plaza en la que torea.
Las cosas ya no son así. Este año la gente le ha pintado bastos: ya no va a verlo. Por algún motivo cayó de la gracia del público o ya pasó la novedad y prefiere esperarse a ver a Hermoso de Mendoza o quién sabe qué diablos sucede.
Por ejemplo, en su debut de campaña en Tlaxcala, noviembre 2, metió apenitas tres cuartos en una plaza de 2,200 asistentes, siguió Puebla y, con buena voluntad, se puede hablar de otros tres cuartos de entrada. Nadie me lo contó, estuve presente en ambas actuaciones.
En Guadalajara vi imágenes en las que el coso se aprecia con muy poca entrada. En San Juan del Río, hace una semana, se tuvo que suspender la corrida porque la noche anterior a ésta ,no se habían vendido ni 100 boletos, -sí, 100- desde luego se quedó con el anticipo el cual se rumora fue de 240 mil pesos.
En cuestión de toros, en Tlaxcala y Puebla mató dos de Rancho Seco y dos de Julio Delgado, respectivamente, los cuatro salieron bobos, descastados y el jinete luso andaluz se da gusto jugando al toro. Si en Tlaxcala cortó un rabo fue por cachondeo del juez de plaza y en Puebla también fue beneficiado con la generosidad de usía
El domingo, en la cuarta corrida del serial en la plaza México, no fue capaz de llenar ni siquiera la mitad del numerado. Él podrá argumentar el clima, pero he visto el numerado lleno con otros toreros con peores condiciones climáticas.
Total, el famoso jinete andaluz se enfrentó a dos toros de Rancho Seco mansos, descastados. Al primero nada le pudo hacer, lo pitaron al terminar su labor. Al otro no quiso lidiarlo. Por sus purititos calzones Dieguito no lo banderilleó. Cierto que el torete era manso, pero era el momento preciso para demostrar que es el mejor del mundo. ¡Pureza y emoción! dice su frase publicitaria. Qué pureza ni qué emoción ni qué nada; Pereza y traición es lo que debería poner.
A ese segundo, le clavó un rejón a la mitad del lomo, ¡todo es toro!, le gritaron. En lugar de torearlo como corresponde a una figura de su categoría, actuando en la plaza más grande del mundo, Ventura le metió un asqueroso rejonazo de muerte y cínicamente anunció uno de regalo.
El torero albeceteño Manuel Caballero estaba en el tendido, Caballero demostró la honradez como muy pocos, ¿qué habrá pensado de la desvergüenza de Diego Ventura?
Como están de moda los obsequios, el rejoneador llevaba dos reservas, uno de Rancho Seco y otro de Julito Delgado. Se decidió por este último. Entonces el de la pureza y emoción, el que cobra caro, el mejor del mundo, no tuvo recato en torear un asqueroso novillo que, para colmo, fue bobo, descastado. ¡Otro bulto! El desventurado Ventura jugó al toro con el infante cornúpeta, como si estuviera con una carretilla, poquito porque se le acabó el gas pronto; al toro, no al torero.
Diego Ventura además de pegar un petardo en la plaza México, ahora enseñó el cobre; no sólo por donar dinero a una institución benéfica y luego hacerse publicidad, ¡no!, fue por su valemadrismo a cumplir con su obligación de torear a su segundo y por llevar toros a los que pudiera noquear sin que ofrecieran pelea, conocidos ahora como los bultos de Ventura.
El sábado pasado hubo box en la plaza México. La atracción fue el famoso Canelo Álvarez, los que chanelan del tema cuentan que le pusieron un bulto enfrente para que el púgil de los cabellos color canela pudiera lucirse, el resultado fue que con unos cuantos golpes el rival dobló las piernas y la pelea terminó por nocaut. Cuando de dos rivales uno ofrece poca pelea, no hay emoción.
En tauromaquia también sucede: los bultos no emocionan.
Diego Ventura es un rejoneador que ha tenido varias campañas importantes en España, el año pasado vino a México a hacer su primera gira, misma que realizó con cierto éxito aunque, como buena figura extranjera, hizo de las suyas.
Este 2011 regresó más mañosito. Compró un buen lote de toros de ganaderías dóciles, de las que se sabe son carentes de bravura, descastadas; ¡bultos!, podríamos decirles en términos boxísticos. Evidentemente cuando él actúa pone sus toros. Ignoro cuánto gana en cada transacción de los bovinos, lo que sí, sus honorarios son muy altos, justificándolo con que mete gente a la plaza en la que torea.
Las cosas ya no son así. Este año la gente le ha pintado bastos: ya no va a verlo. Por algún motivo cayó de la gracia del público o ya pasó la novedad y prefiere esperarse a ver a Hermoso de Mendoza o quién sabe qué diablos sucede.
Por ejemplo, en su debut de campaña en Tlaxcala, noviembre 2, metió apenitas tres cuartos en una plaza de 2,200 asistentes, siguió Puebla y, con buena voluntad, se puede hablar de otros tres cuartos de entrada. Nadie me lo contó, estuve presente en ambas actuaciones.
En Guadalajara vi imágenes en las que el coso se aprecia con muy poca entrada. En San Juan del Río, hace una semana, se tuvo que suspender la corrida porque la noche anterior a ésta ,no se habían vendido ni 100 boletos, -sí, 100- desde luego se quedó con el anticipo el cual se rumora fue de 240 mil pesos.
En cuestión de toros, en Tlaxcala y Puebla mató dos de Rancho Seco y dos de Julio Delgado, respectivamente, los cuatro salieron bobos, descastados y el jinete luso andaluz se da gusto jugando al toro. Si en Tlaxcala cortó un rabo fue por cachondeo del juez de plaza y en Puebla también fue beneficiado con la generosidad de usía
El domingo, en la cuarta corrida del serial en la plaza México, no fue capaz de llenar ni siquiera la mitad del numerado. Él podrá argumentar el clima, pero he visto el numerado lleno con otros toreros con peores condiciones climáticas.
Total, el famoso jinete andaluz se enfrentó a dos toros de Rancho Seco mansos, descastados. Al primero nada le pudo hacer, lo pitaron al terminar su labor. Al otro no quiso lidiarlo. Por sus purititos calzones Dieguito no lo banderilleó. Cierto que el torete era manso, pero era el momento preciso para demostrar que es el mejor del mundo. ¡Pureza y emoción! dice su frase publicitaria. Qué pureza ni qué emoción ni qué nada; Pereza y traición es lo que debería poner.
A ese segundo, le clavó un rejón a la mitad del lomo, ¡todo es toro!, le gritaron. En lugar de torearlo como corresponde a una figura de su categoría, actuando en la plaza más grande del mundo, Ventura le metió un asqueroso rejonazo de muerte y cínicamente anunció uno de regalo.
El torero albeceteño Manuel Caballero estaba en el tendido, Caballero demostró la honradez como muy pocos, ¿qué habrá pensado de la desvergüenza de Diego Ventura?
Como están de moda los obsequios, el rejoneador llevaba dos reservas, uno de Rancho Seco y otro de Julito Delgado. Se decidió por este último. Entonces el de la pureza y emoción, el que cobra caro, el mejor del mundo, no tuvo recato en torear un asqueroso novillo que, para colmo, fue bobo, descastado. ¡Otro bulto! El desventurado Ventura jugó al toro con el infante cornúpeta, como si estuviera con una carretilla, poquito porque se le acabó el gas pronto; al toro, no al torero.
Diego Ventura además de pegar un petardo en la plaza México, ahora enseñó el cobre; no sólo por donar dinero a una institución benéfica y luego hacerse publicidad, ¡no!, fue por su valemadrismo a cumplir con su obligación de torear a su segundo y por llevar toros a los que pudiera noquear sin que ofrecieran pelea, conocidos ahora como los bultos de Ventura.
POOORRA ...